martes, 12 de julio de 2016

O bo camiño. VI. Thor, el peregrino...




 
Todo el camino a Santiago de Compostela está señalizado con la típica representación de la vieira y flechas amarillas. En el mejor de los casos las puedes encontrar en mojones que marcan el camino, pero cada vez que haya una intersección que ofrezca dudas, busca bien porque la flecha puede estar en el suelo, en el tronco de un árbol, en una señal del tránsito y en los sitios más variopintos. En nuestro caso, no hace ni falta seguir las flechas, con el tiempo nos damos cuenta que con seguir a Thor nos es suficiente. No hay error posible. ¿Cómo ha entendido qué es lo que debe seguir? La pregunta no deja de darme vueltas en la cabeza. - Por el rastro, dice Xabi. Vale, y ¿quién le ha dicho que siga un rastro? ¿Rastro de quién?  En fin…- la naturaleza es sabia, decía mi abuela…

O bo camiño. (V). Disfruta el camino.



A la mañana siguiente, antes de que amaneciera estábamos en pie, como abejitas preparándonos para la faena, sin hablar y en la oscuridad. De pronto, alguien comprueba que ya estamos todos despiertos y enciende para ponernos a recoger en condiciones. Al catalán le han mandado por teléfono la previsión meteorológica. Se espera una ciclogénesis[1] explosiva. Pregunta a Xabi si cree que ya debe ponerse la ropa de lluvia. Xabi, como gallego, le responde que él no está tan seguro de que deba colocársela ya; que en Galicia nunca se cumplen tan al pie de la letra los pronósticos. La mallorquina está a punto de perder una uña y le brindamos unos y otros, apósitos, unas tiritas llamadas segunda piel y que en verdad lo parecen. Nos disponemos a la marcha y cada quien va saliendo del albergue al terminar, no sin antes decirnos ¡Ultreia[2]! Nosotros somos casi de los últimos en abandonar el albergue. Hemos de disponer también la mochila de Thor. Nos esperan veintiocho kilómetros hasta Sigüeiro. Salimos antes de que claree el día.

viernes, 17 de junio de 2016

O bo camiño. (IV). No hay gloria sin dolor.




Seguimos recorriendo por pistas vecinales y caminos de fieitos[1] y loureiros[2], Carral y, ay, no tardan en aparecer las montañas de subida al Mesón do Vento. Vencidas estas alturas estaremos en el Albergue de Bruma, construido en el sitio del antiguo Hospital de Peregrinos. Tan sólo diez kilómetros y habremos cumplido la primera jornada, pero… quién los recorriera sin dejarse la rodilla en el intento… Ahora que lo rememoro una lágrima corre por mi mejilla sin que pueda hacer nada para evitarlo. Ésta no es de dolor.

jueves, 16 de junio de 2016

O bo camiño. (III). Un alto en el camino.



Aún no son las 14:00 horas y tampoco estamos cansados, incluso me siento capaz de comenzar a trotar. A unos quinientos metros tenemos a Lameira, donde hay un mapa del camino hasta Bruma y unos bancos para descanso de los peregrinos. Paramos unos instantes y reanudamos viaje pues ya a un par de kilómetros tendremos el Albergue del Peregrino en Sergude. Al llegar nos recibe Vasi, la hospitaleira (1). Nos había dicho una compañera suya hace algunos fines de semana que en el albergue no nos admitían a Thor, con lo cual ya habíamos descartado el quedarnos allí. Vasi nos atiende con toda la hospitalidad que corresponde y nos insiste para que nos hospedemos y que ella lleva al perro a su casa para que pernocte con los suyos. Después nos enteramos de que es vegetariana y que tiene una familia canina adoptada. Declinamos el ofrecimiento porque es muy temprano aún y nuestros cuerpos no acusan los veintidós kilómetros que hemos recorrido, aunque nos llevamos a Vasi en el corazón como una de las joyas de este viaje. Allí aprovechamos para comer nuestros bocadillos y esperamos a que termine el chaparrón que generosamente ha empezado a caer tan sólo al sabernos resguardados bajo techo. Al culminar nuestra comida y sin tiempo de más, reanudamos la marcha. Ya ha escampado.

O bo camiño. (II) Primera Etapa.


Amaneciendo en la ría de O Burgo
De un salto, Xabi disipa en mí cualquier temor, termina de meter en la mochila los bocadillos que comeremos en la primera etapa y nos ponemos en marcha.

Ya en la calle de una ciudad aún dormida, lo primero que debemos vencer es una cuesta bastante empinada que recuerdo que en un día cualquiera me supone un esfuerzo especial, pero hoy, no sé por qué, siento que una poderosa fuerza tira de mí hacia arriba: ¡estoy recorriendo El Camino de Santiago! Tengo por delante 80 km, que pueden no ser muchos en comparación con los 800 del camino francés, pero que deben suponer un esfuerzo físico y mental importante, o como dirían los mayores, una penitencia. Confieso que ahora que pienso en ello, me invade un susto que recorre mi cuerpo, pues no sé lo que nos deparará el camino, y ya no hay marcha atrás. Aún no me explico cómo ese día no me paralizó…

A la salida de Coruña, el primer sitio que encontramos es la ría do Burgo. Se dice que las rías son representaciones de las manos de Dios, pues se trata de extrañas entradas del mar en la tierra que hacen que ésta se asemeje a dedos.

Todo hace presagiar la tormenta; llevan una semana anunciándola. Nuestro particular "demonio" con nombre propio se llama Joaquín, un huracán generado frente a las costas de los Estados Unidos y que se espera que llegue como borrasca a Galicia, con mucha lluvia y viento. Cuando te traces el camino hacia una meta no permitas que los contratiempos te aparten de él. Siempre habrá quien intente desanimarte. No le escuches. También encontrarás quien te anime.

Acabados de bordear la ría aparece ante la mirada del caminante la iglesia románica de Santiago de O Burgo. Como otras de su tipo, distingue por su austeridad arquitectónica, el rosetón frontal y las dos puertas, norte y sur.

Iglesia románica Santiago de O Burgo
Paramos unos 10 minutos a contemplarla y a intentar orientarnos para reanudar el camino. Una chica a la que advertimos una ligera discapacidad mental, se acerca desde el otro lado de la calle para decirnos que le ha llamado la atención el perro, nuestro Thor, que  no es un perro cualquiera, que su pelo brillante lo dice. Presta, nos orienta que sigamos recto hasta un parquecito y que allí veremos las indicaciones del camino. Como en efecto, allí encontramos las marcas del camino que nos devuelven al lado de la iglesia donde estábamos unos minutos antes. Nos volvemos y encontramos a otros “peregrinos” recibiendo orientaciones sobre la ruta, de un vecino del lugar. - Muy distintos son éstos a nosotros, pienso, - y a la vez tan iguales… Se diferencian en que van ataviados de trajes deportivos, pequeñas mochilas que casi parecen una parte más de sus musculosos cuerpos, y van a un ritmo diferente al nuestro. Sin que lo sepan los he bautizado como “los chicos testosterona”. Creo que cumplirán su “sesión de entrenamiento del día” caminando a Compostela. Se nos parecen en que en definitiva, van siguiendo su camino. Ya no los encontraremos más, como cabe esperar.

Ahora en carretera, ahora atravesando un polígono industrial abandonado que acusa el esplendor de un tiempo que se nos antoja ya muy lejano, de aquel momento en que no había crisis; luego por pistas vecinales, vamos dejando la marca indeleble del que siente que todo lo puede recorrer andando y llevamos el latido de cientos de años de tradición peregrina y de los que nos antecedieron en el Camino Inglés.
          
Andando a ritmo casi constante, llegamos a la iglesia de Santiago de Sigrás. Repican las campanas anunciando que ha muerto alguien, y pese a ello el campanero nos confirman lo que la decoración hace intuir: ¡hay boda! Por Xabi me entero de que el sonido de las campanas es diferente para muertes, bodas, misa,... No me lo tengáis en cuenta, soy cubana y no estoy muy al tanto de estos asuntos. Recuerdo que pensé, - por Dios, ¿quién se casa en un templo así? Con encanto, aunque pequeño y austero, en nada recuerda a las iglesias de las bodas de las películas. ¡Qué viva el amor!

Tardamos lo que nos lleva hacer algunas fotos, un par de preguntas y ajustar las asas de mi mochila que ya vienen molestando. Es inevitable que recuerde lo que me dijo Xabi antes de salir cuando al pesarla, y yo aducir que cuatro kilogramos no es nada, riendo me pidió que se lo repitiera cuando llevara veinte kilómetros con ella a la espalda. Aún no hemos recorrido esa distancia.

Caminar por sitios irregulares y sin referencia hace que de un golpe se entienda la teoría de la relatividad, de Einstein. De pronto se comprende claramente que el espacio y el tiempo son relativos. El kilómetro deja de tener mil metros y se convierte en una distancia que se me antoja infinita. Continuamos y después de un tiempo, que tampoco podría definir, entramos en el ayuntamiento de Carral. ¡Sí! Creo que exclamé, y puede que Xabi me haya mirado con cara de asombro. Ya me siento casi en Bruma, que pertenece a Carral, y a donde debemos llegar al final de la primera jornada; de modo que creo que he vencido la primera etapa. Ay, ¡qué ilusa fui entonces! Después se comprenderá por qué lo digo.

miércoles, 15 de junio de 2016

O bo camiño. (I). El camino de mis sueños.


A los peregrinos que, a lo largo de la historia, han dejado todo por seguir el camino de sus sueños.


A Xabier y Thor, mis compañeros de camino.

A mi padre, gran soñador y caminante.

CÓMO SE CUMPLEN LOS SUEÑOS…



 
La Habana, 1995. Una clase de francés sobre las "coquilles Saint-Jacques" (vieiras) y una chica de 26 años soñando en castellano recorrer un día El Camino de Santiago (antiquísima ruta de peregrinación desde diferentes partes de Europa a Santiago de Compostela). Y como los sueños que anhelamos con tanta fuerza, se cumplen; aunque haya tenido que esperar 20 años, en octubre del 2015, se ha hecho realidad. De aquella chica perdura el entusiasmo. 

Para algunos es más práctica una zamburiña
Vieira, símbolo que desde la Edad Media intdentifica al peregrino
Son algo más de las 6:00 de la mañana del sábado 10 de octubre, ese día que en Cuba es festivo porque se conmemora el levantamiento en armas del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, y sus hombres, en 1868, contra la metrópolis española, y que marca el inicio de la primera guerra de independencia cubana.

martes, 14 de junio de 2016

Un día completito.

Iglesia Visigótica de Santa Comba.
Día completito el de este domingo. Pese a que el día está nublado, Xabier sugiere irnos a ver un castro en Ourense. Y allá nos vamos. Preparamos bocadillos, huevos hervidos, albaricoques y melocotones, botellas de agua y la comida de Thor y arrancamos.